Alterador

“¡Cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes! ¡No sabe uno lo que está pensando uno mismo con esta turbulencia del cerebro va a saber lo que piensa el prójimo!".

Fernando Vallejo -Los días azules

Al un buen lector lo altera el mal escritor. Ese abominable ser que redacta mucho y sin sustancia, que plantea lo que le conviene o lo que cree, no tiene problema en afirmar el pensamiento ajeno, de citar a los grandes escritores, como si fuera uno de ellos, de interpretarlos como si fuera un experto.

En un mundo plural el alterador necesita un espacio y este Blog se lo quiere brindar

martes, 20 de noviembre de 2012

¿Tesis?

Testimonios plurales de oficios indisociables en seis épocas de la historia argentina

Grandes escritores aparecen en momentos críticos de la historia para cumplir su más importante labor, la de plasmar fielmente en unas cuantas líneas el espíritu –y todo lo que apareja el concepto- de la época o el momento para el análisis en años posteriores.
Como puntos clímax de la historia argentina se tiene la disputa entre unitarios y federales durante “La Restauración” a través de la obra “El matadero” de Esteban Echeverría; los cambios sociales producto del crecimiento de Buenos Aires de principios del siglo XX, descritos magistralmente por Roberto Arlt en sus “Aguafuertes porteñas”; las consecuencias de la muerte de Evita y del “Proceso de Reorganización Nacional” en las agudas palabras de Rodolfo Walsh; la ilusión desmedida en el neoliberalismo argentino de los 90 en el controvertido “Gran transformador”  redactado por Mario O’Donell; y la confusión desatada por la crisis del 2001 en los micro relatos de Pedro Orgambide.

Las disputas de poder que devienen en guerra, tienen la mala costumbre de sacar lo peor de las personas, de potenciar la capacidad de causar daño y dolor. Esteban Echeverría (1805-1851) al escribir “El matadero” da testimonio de los excesos de su época a causa de las disputas entre Unitarios y Federales.
Al leer la obra, más que encontrar un cuento sangriento, lo que hay es la crítica a los desmanes de una época. En palabras del autor “El matadero” es “simulacro en pequeño era este del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los derechos individuales y sociales” [1]. Basta recordar La Mazorca y sus crueles métodos de represión ejemplificados crudamente por Echeverría; el contubernio Iglesia-Gobierno para la continuidad del sistema económico y social; la persecución política de la que el escritor es víctima.
El aporte del Echeverría consiste en diagramar a través de la literatura las luchas de la época, las disputas, conflictos, alegrías y tristezas. Que se entienda más allá de un simple relato con buenos y malos, y se complejicen las contradicciones de la Argentina del siglo XIX. “El matadero” tiene cargas de verdad y de mentira, de ficción y realidad. Echeverría cumple cabalmente la función como periodista/escritor a pesar de ser un literato y no un reportero.

El testimonio de Roberto Arlt (1900-1942) es más simple, pero no menos apasionante. En las denominadas “Aguafuertes Porteñas” no se  recurre a ningún personaje notable ni  a un proceso o fecha digna de manual de historia.  Se trata de relatos que retratan las diversas personalidades de los habitantes de Buenos Aires en la década de 1930.
Es hilarante leer la descripción del “hombre corcho”, aquel al que ningún proceso afecta su buen nombre ni su honor. Es jocosa la propuesta de discurso para ser diputado en la que hay que decir “soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre”.[2]
Arlt fue el cronista de una época convulsionada en que la ciudad de Buenos Aires funcionó como punto de encuentro, por un lado los europeos migraban a estas tierras en busca de alternativas de vida, por el otro, los habitantes del interior viajaban a las ciudades en busca de mejores oportunidades. La profesión de Arlt fue bastante difusa. No se sabe si fue un escritor que trabajó para un diario, o un periodista que hizo literatura. Lo mas simple es definirlo como escritor/periodista.

Si Roberto Arlt hace indisociable al escritor del periodista, Rodolfo Walsh (1927-1977) lo certifica en varios momentos cruciales de la reciente historia argentina, desde formas de escritura distintas. No cabe duda que el el peronismo es un proceso que aun sorprende a propios y extraños que no tiene comparación en occidente. Como señal evidente se tiene la vida y muerte de Eva Duarte de Perón, jefa espiritual de la nación, quién todavía despierta sentimientos encontrados.
Uno de los momentos más traumáticos del peronismo fue la muerte de Evita. Los registros de más de dos millones de manifestantes que acompañaron su entierro son evidencia del aprecio. Pero la profanación y robo del cadáver fueron la otra cara de la moneda. El texto “Esa mujer” plasmó el amor/odio de esos días hacia el personaje.
El cuento se escribe durante los años de proscripción del peronismo. La imposibilidad de hacer referencia a cualquier símbolo o nombre asociable al movimiento ofrece un desafío al periodista, que con maña de escritor se refiere a Evita llamándola “esa mujer”. La conversación con el coronel que raptó el cuerpo, testifican la demencia de los días en que hablar era un acto heroico.
Aunque hacer uso de la crueldad para obtener el control de una nación no es nuevo, pues basta recordar las enseñanzas de Echeverría, tal vez el episodio más siniestro fue la última dictadura militar (1976-1983) a la que por eufemismo se denominó “Proceso de reorganización nacional”. Fueron años de terror, de desinformación, masacres, planes económicos y sometimiento. La lucidez de Walsh reveló todo el plan sistemático cuando apenas era una sospecha la llegada de la monstruosidad. El texto empleado fue la “Carta abierta  de un escritor a la Junta Militar”.
En este caso, hacer un análisis sobre la época y el rol profesional, teniendo las frases de Walsh, es un exceso de soberbia, pues sus palabras como periodista/escritor son todavía ejemplo de los que aspiren a trabajar en la comunicación. De la carta abierta se puede usar como conclusión su cierre que reza:
“Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles” [3]

De manera más reciente, Pacho O’Donell (1941 - ) más que escribir, plasmó todo el sentimiento de una época que vio en el presidente Menem el salvador de la nación Argentina. Los años 90 fueron atravesados por el fin de la guerra fría y el reajuste de las economías al nuevo sistema mundial.
Aunque las palabras de O´Donell son criticables, y se encuentran grandes errores en lo que él considera como aciertos, no son más que el testimonio contradictorio de una sociedad. Está el relato de los años con buenos índices económicos, de privatización de empresas estatales, de obras de infraestructura, de reformulación de relaciones diplomáticas y de estabilidad electoral. A la par está la negación o minimización de la creciente marginación de sectores sociales, de aumento del desempleo, de indultos a militares y de corrupción.
O´Donell es testigo, beneficiario y cronista del neoliberalismo argentino. Quedan para las generaciones futuras las líneas con loas al presidente Menem. Testimonio de la ilusión de sectores de una nación en una era de cambio.

La prosperidad económica, la de los índices del Banco Mundial, la que descuida el bienestar social, es una ilusión que tarde o temprano colapsa. Como es el caso del Diciembre de 2001.
Cuando la sociedad no soportó más, se elevaron los gritos desesperados de los sectores que fueron negados y que crecieron en los años de marginación, se dieron situaciones tan inverosímiles, que la cotidianidad era -y es- un paralelo del realismo mágico. Pedro Orgambide (1929-2003) a través de micro-relatos dibujó con sus letras al “cartonero y su familia”, personas que conocieron épocas mejores y que ahora el modelo los llevo a la ruina y al “piquetero” héroe por antonomasia de los sectores marginales, que armado de capucha, piedras y neumáticos interrumpió el tránsito para insultar a la comodidad.

"La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir". [4] Ya sea a través del romanticismo de Esteban Echeverría, del humor de Roberto Arlt, de los textos (cuentos, cartas, novelas, crónicas) de Rodolfo Walsh, de las apreciaciones históricas de Mario O´Donnell, o de los micro-relatos de Pedro Orgambide. Los hombres de letras han dibujado el espíritu de su época cumpliendo con su deber como periodistas, escritores o el titulo que se les quiera asignar.

[1]. El matadero
[2]. aguafuertes
[3]. Carta abierta de un escritor a la Junta Militar.

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