Grandes
escritores aparecen en momentos críticos de la historia para cumplir su más
importante labor, la de plasmar fielmente en unas cuantas líneas el espíritu –y
todo lo que apareja el concepto- de la época o el momento para el análisis en
años posteriores.
Como puntos
clímax de la historia argentina se tiene la disputa entre unitarios y federales
durante “La Restauración” a través de la obra “El matadero” de Esteban
Echeverría; los cambios sociales producto del crecimiento de Buenos Aires de
principios del siglo XX, descritos magistralmente por Roberto Arlt en sus
“Aguafuertes porteñas”; las consecuencias de la muerte de Evita y del “Proceso
de Reorganización Nacional” en las agudas palabras de Rodolfo Walsh; la ilusión
desmedida en el neoliberalismo argentino de los 90 en el controvertido “Gran
transformador” redactado por Mario
O’Donell; y la confusión desatada por la crisis del 2001 en los micro relatos
de Pedro Orgambide.
Las disputas de
poder que devienen en guerra, tienen la mala costumbre de sacar lo peor de las
personas, de potenciar la capacidad de causar daño y dolor. Esteban Echeverría
(1805-1851) al escribir “El matadero” da testimonio de los excesos de su época
a causa de las disputas entre Unitarios y Federales.
Al leer la obra,
más que encontrar un cuento sangriento, lo que hay es la crítica a los desmanes
de una época. En palabras del autor “El matadero” es “simulacro en pequeño era este del
modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los derechos
individuales y sociales” [1]. Basta recordar La Mazorca y sus crueles métodos
de represión ejemplificados crudamente por Echeverría; el contubernio
Iglesia-Gobierno para la continuidad del sistema económico y social; la
persecución política de la que el escritor es víctima.
El aporte del Echeverría consiste
en diagramar a través de la literatura las luchas de la época, las disputas, conflictos,
alegrías y tristezas. Que se entienda más allá de un simple relato con buenos y
malos, y se complejicen las contradicciones de la Argentina del siglo XIX. “El
matadero” tiene cargas de verdad y de mentira, de ficción y realidad. Echeverría
cumple cabalmente la función como periodista/escritor a pesar de ser un
literato y no un reportero.
El testimonio de Roberto Arlt (1900-1942)
es más simple, pero no menos apasionante. En las denominadas “Aguafuertes
Porteñas” no se recurre a ningún
personaje notable ni a un proceso o
fecha digna de manual de historia. Se
trata de relatos que retratan las diversas personalidades de los habitantes de
Buenos Aires en la década de 1930.
Es hilarante leer la descripción
del “hombre corcho”, aquel al que ningún proceso afecta su buen nombre ni su
honor. Es jocosa la propuesta de discurso para ser diputado en la que hay que
decir “soy un ladrón, he robado… he robado todo lo que he podido y siempre”.[2]
Arlt fue el cronista de una época convulsionada
en que la ciudad de Buenos Aires funcionó como punto de encuentro, por un lado
los europeos migraban a estas tierras en busca de alternativas de vida, por el
otro, los habitantes del interior viajaban a las ciudades en busca de mejores
oportunidades. La profesión de Arlt fue bastante difusa. No se sabe si fue un
escritor que trabajó para un diario, o un periodista que hizo literatura. Lo
mas simple es definirlo como escritor/periodista.
Si Roberto Arlt hace indisociable
al escritor del periodista, Rodolfo Walsh (1927-1977) lo certifica en varios
momentos cruciales de la reciente historia argentina, desde formas de escritura
distintas. No cabe duda que el el peronismo es un proceso que aun sorprende a
propios y extraños que no tiene comparación en occidente. Como señal evidente
se tiene la vida y muerte de Eva Duarte de Perón, jefa espiritual de la nación,
quién todavía despierta sentimientos encontrados.
Uno de los momentos más
traumáticos del peronismo fue la muerte de Evita. Los registros de más de dos
millones de manifestantes que acompañaron su entierro son evidencia del aprecio.
Pero la profanación y robo del cadáver fueron la otra cara de la moneda. El
texto “Esa mujer” plasmó el amor/odio de esos días hacia el personaje.
El cuento se escribe durante los
años de proscripción del peronismo. La imposibilidad de hacer referencia a
cualquier símbolo o nombre asociable al movimiento ofrece un desafío al
periodista, que con maña de escritor se refiere a Evita llamándola “esa mujer”.
La conversación con el coronel que raptó el cuerpo, testifican la demencia de
los días en que hablar era un acto heroico.
Aunque hacer uso de la crueldad
para obtener el control de una nación no es nuevo, pues basta recordar las
enseñanzas de Echeverría, tal vez el episodio más siniestro fue la última
dictadura militar (1976-1983) a la que por eufemismo se denominó “Proceso de
reorganización nacional”. Fueron años de terror, de desinformación, masacres,
planes económicos y sometimiento. La lucidez de Walsh reveló todo el plan
sistemático cuando apenas era una sospecha la llegada de la monstruosidad. El
texto empleado fue la “Carta abierta de
un escritor a la Junta Militar”.
En este caso, hacer un análisis sobre
la época y el rol profesional, teniendo las frases de Walsh, es un exceso de
soberbia, pues sus palabras como periodista/escritor son todavía ejemplo de los
que aspiren a trabajar en la comunicación. De la carta abierta se puede usar
como conclusión su cierre que reza:
“Estas
son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he
querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser
escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí
hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles” [3]
De manera más reciente, Pacho O’Donell (1941 -
) más que escribir, plasmó todo el sentimiento de una época que vio en el
presidente Menem el salvador de la nación Argentina. Los años 90 fueron atravesados
por el fin de la guerra fría y el reajuste de las economías al nuevo sistema
mundial.
Aunque las palabras de O´Donell son
criticables, y se encuentran grandes errores en lo que él considera como
aciertos, no son más que el testimonio contradictorio de una sociedad. Está el
relato de los años con buenos índices económicos, de privatización de empresas
estatales, de obras de infraestructura, de reformulación de relaciones
diplomáticas y de estabilidad electoral. A la par está la negación o
minimización de la creciente marginación de sectores sociales, de aumento del
desempleo, de indultos a militares y de corrupción.
O´Donell es testigo,
beneficiario y cronista del neoliberalismo argentino. Quedan para las
generaciones futuras las líneas con loas al presidente Menem. Testimonio de la
ilusión de sectores de una nación en una era de cambio.
La prosperidad
económica, la de los índices del Banco Mundial, la que descuida el bienestar social,
es una ilusión que tarde o temprano colapsa. Como es el caso del Diciembre de
2001.
Cuando la sociedad no
soportó más, se elevaron los gritos desesperados de los sectores que fueron negados
y que crecieron en los años de marginación, se dieron situaciones tan
inverosímiles, que la cotidianidad era -y es- un paralelo del realismo mágico. Pedro Orgambide (1929-2003) a
través de micro-relatos dibujó con sus letras al “cartonero y su familia”,
personas que conocieron épocas mejores y que ahora el modelo los llevo a la
ruina y al “piquetero” héroe por antonomasia de los sectores marginales, que
armado de capucha, piedras y neumáticos interrumpió el tránsito para insultar a
la comodidad.
"La más noble función de un escritor es dar testimonio,
como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir".
[4] Ya sea a
través del romanticismo de Esteban Echeverría, del humor de Roberto Arlt, de
los textos (cuentos, cartas, novelas, crónicas) de Rodolfo Walsh, de las
apreciaciones históricas de Mario O´Donnell, o de los micro-relatos de Pedro
Orgambide. Los hombres de letras han dibujado el espíritu de su época
cumpliendo con su deber como periodistas, escritores o el titulo que se les
quiera asignar.
[1]. El matadero
[2]. aguafuertes
[3]. Carta abierta de un escritor
a la Junta Militar.
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